Arte-sanos del cuerpo

Iniciaré mi intervención en este blog preguntando a nuestros lectores: ¿Cuál es nuestra primera reacción intuitiva frente al dolor experimentado por nuestro cuerpo?

No dudo que obtendremos muchas respuestas, pero estoy seguro, que la mayoría de nosotros responderemos lo mismo: Cuando tenemos dolor instintivamente usamos nuestra mano para tratar de calmarlo, sea:

• Presionando
• Friccionando
• Aplicando golpecitos siempre sobre la zona donde se irradia nuestro dolor

La mano, nuestra propia mano, es la primera, y en algunos casos, la única herramienta con la que contamos para hacer un primer autotratamiento contra el dolor corporal. Siempre el contacto suave, y a veces más fuerte, sobre la superficie del cuerpo es calmante, alivia y relaja nuestro sistema nervioso a través de la manipulación de su porción más periférica, generando información para que este sistema nervioso, con el cerebro cumpliendo la función de comando central, produzca las sustancias necesarias para generar una respuesta de autoanalgesia; dentro de estas sustancias producidas de forma natural por nuestro cuerpo, encontramos las muy conocidas endorfinas, neurotransmisores de origen opiáceo producidos por el sistema nervioso central cuya función es la modulación del dolor, entre otras respuestas fisiológicas de nuestra estructura.

“La mano, nuestra propia mano, es la primera, y en algunos casos, la única herramienta con la que contamos para hacer un primer autotratamiento contra el dolor corporal.”

Ahora, toda historia tiene su propia historia, de cierta manera hemos iniciado un breve relato sobre el uso terapéutico de la mano, una pequeña historia acerca del devenir de los artesanos del cuerpo, como podemos ser llamados quienes nos dedicamos a la terapia corporal a través de las manos. Es cierto, cada vez más nuestras sociedades tratan de reemplazar el trabajo hecho con las manos, por artefactos mecánicos que optimizan el rendimiento de sus funciones, lo que la historia de la humanidad ha nombrado como progreso o modernismo, y está bien aceptarlo si la materia moldeada por la máquina es acero o barro, pero en nuestro caso, nuestro objeto de trabajo es el cuerpo humano, una materia sensible e inteligente que no siempre responde de la mejor manera posible a la mecanicidad de los tratamientos médicos actuales, donde el contacto con el paciente se ha perdido, simplemente por optimizar económicamente un sistema de salud condenado al fracaso porque su objeto principal dejó de ser el paciente, quien se ha convertido en un usuario más de un sistema que necesita arrojar ganancias al final de cada año. Es aquí donde la terapia de contacto cobra importancia, y yo como uno de sus practicantes y total convencido de sus efectos sobre la salud humana, les contaré su historia…

Diego Ciro.
Biólogo / Profesional en Terapia Manual (Masoterapia Clínica y Deportiva) en Fisioavanzada.